No había terminado 2013 y mi hermano Jose ya estaba inscrito al Triatlón de Vitoria (a celebrarse en julio de 2014) en distancia IRON, al igual que un considerable número de almerienses. A mí me llamaba mucho la atención ese triatlón en distancia HALF, pero las plazas en ambas modalidades se agotaron demasiado pronto. Afortunadamente, la organización abrió un segundo plazo más adelante y esa fue la nuestra; Pepe Casas se pegó al ordenador el día D para hacer su inscripción y la mía. Fue una pena que la fecha no cuadrara para el resto de amigos de CGM. La verdad es que ir a Vitoria siempre es un placer y si le añadimos, además, un triatlón y unas vacaciones por el norte con mis 3 chicas, entonces es imposible dejar pasar la oportunidad.
Tras unos días intensos de preparativos y finalización de tareas en el trabajo, partimos el jueves anterior a la prueba por la tarde con la idea de no darles mucha paliza de coche a las niñas. Parada a dormir en Despeñaperros y de nuevo a la carretera. Poco antes de llegar a Vitoria paramos a comer y reagruparnos con “los Pepillos” (Pepe, Pati Mario y Claudia) y así llegar juntos a casa de nuestros anfitriones. Cada vez que vamos a casa de Luisma y Estíbaliz me dan ganas de empadronarme en Vitoria. El agradecimiento hacia ellos hay que hacerlo extensivo al resto de la familia: Sara, Iván, Dorleta, Zaira y Fernando (y los ausentes esta vez por vacaciones Carlos y Maite), que nos tratan mejor que en un hotel de 5 estrellas.
Tras instalarnos y dejar que Pati llenara el frigorífico de cerveza nos fuimos a cenar a la “Soci”. Las Sociedades Gastronómicas son sólo una de las muchas cosas del norte que, lamentablemente, sería imposible implantar en el sur.
Al día siguiente nos vamos todos al centro y Pepe y yo nos escapamos a la reunión técnica y a recoger el dorsal. Nos encontramos con parte de la armada almeriense (mi hermano Jose, Alberto Agüero, Javi Baños, Gerardo, Luis, Paco Rojas y Pepe Salmerón).
El día está fresco y húmedo, pero parece que al día siguiente hará sol. Damos una vuelta por el centro con la familia, degustamos algún pintxo y nos vamos a comer a la "Soci" a deleitarnos con las magníficas albóndigas de Luisma. Por la tarde, con Fernando de guía de lujo, nos dirigimos al pantano a dejar las bicis, preparar la T1 y desinfectar el neopreno. La zona es espectacular y ya se respira un ambientazo; el muestrario de "cabras" no tiene desperdicio
Acto seguido nos vamos de nuevo al centro a dejar la bolsa de la T2 y a reencontrarnos con la familia para disfrutar un rato de esta magnífica ciudad antes de ir a cenar, esta vez a una pizzería. Por una serie de circunstancias (Pepe conociendo a familia a la que veía por primera vez, Pati en el hospital con el codo luxado de Claudia y los demás organizándonos) cenamos bastante tarde, con lo que estábamos preparando los “apechusques” a las 12 y pico de la noche. La noche se nos hizo bastante corta, ya que a las 6:45 teníamos que estar en la parada del autobús que nos llevaría al pantano.
Pepe y yo ocupamos las 2 últimas plazas de uno de los autobuses, por lo que hicimos separados el “viaje” hacia la T1. La verdad es que a esas horas, con ese frío y con lo que teníamos por delante tampoco me apetecía mucho hablar.
Estaba amaneciendo y Landa era ya un hervidero de gente, tanto triatletas como acompañantes. Es la vez que he llegado a una T1 con tanto tiempo de antelación, así que tras secar la bici (empapada por el rocío) colocar los botes y hacer los últimos preparativos aún nos queda un rato para la salida. Pasa por mi lado Alejandro Santamaría, a la postre vencedor en distancia IRON, así como otros ilustres conocidos (aunque ellos no me conocen a mí) como Ximo Rubert, Alberto Bravo o José Almagro. Nos acercamos al arco de salida, pero la niebla impide ver más allá de los primeros metros. Esperemos que levante!
Se acerca la hora y nos dicen por megafonía que cada triatleta debe situarse junto a su bici para proceder a la llamada. Estar descalzo sobre césped a 11ºC no es lo mejor, pero ya se encarga la muchachada de caldear el ambiente. Salen los PRO, unos minutos después las chicas y a continuación nos llega el turno a los del HALF. Pepe y yo nos deseamos suerte y vamos a colocarnos. El sitio bueno está cogido y no me decido a irme al extremo contrario para salir tranquilo porque me da la sensación de que haría bastantes metros de más. Al final, por el centro y en segunda fila, peor opción imposible. La natación es a una sola vuelta; se da la salida, entro en el agua y comienzo a luchar con una jungla de brazos y piernas; a los 200m me llevo un fuerte golpe en la cara que me saca las gafas, por lo que tengo que parar a colocármelas. Me sigue entrando agua, pero decido continuar apretando para salir de allí, lo que me provoca una fuerte subida de pulsaciones que deriva en agobio. He nadado mucho en el mar de pequeño, incluso he hecho la travesía del Puerto de Almería muchas veces siendo un crío y nunca había experimentado esa desagradable sensación de hiperventilación que ya me ocurrió en junio en el tri de Almería. En fin, relajo un poco el ritmo, cambio un poco la trayectoria y busco un sitio más tranquilo, que no me exime de atravesar el banco de algas del que ya nos habían avisado en la reunión técnica. Progresivamente voy volviendo a la normalidad y cuando llego a la primera boya doy la crisis por terminada. Continúo a un ritmo llevadero para intentar apretar algo en la última parte, pero sin forzar demasiado. Salgo del agua en 32 minutos con sensación de alivio por haber superado una situación comprometida.
Hago una transición bastante lenta, me pongo el maillot de bici sobre el mono y salgo a pedalear. Desde el principio me encuentro bien y, aunque voy decidido a reservar mucho en este segmento, el velocímetro va por encima de lo que yo podría esperar en un principio. El recorrido es a 2 vueltas, con muchos toboganes suaves y sólo un par de repechos más empinados, muy apropiado para rodadores potentes (que no es mi caso). Me va adelantando gente y de vez en cuando adelanto yo, pero me centro en disfrutar. El paisaje de la llanada alavesa es muy bonito, las nubes ya dejaron paso al sol y mis piernas van cómodas y con cadencia, así que voy fenomenal. Cuido bastante la hidratación y la alimentación y continúo disfrutando. La gente al paso por los pueblos anima mucho y eso también ayuda. Aunque ya se ha escrito bastante al respecto en este triatlón y en muchos otros, no quiero pasar por alto el hecho de que mucha gente no respeta las normas de drafting. Es algo incomprensible, pero me pasaron auténticos pelotones de 20 ó 30 integrantes. En esos casos yo bajaba el ritmo, comía o bebía algo, soltaba un poco las piernas y retomaba la marcha de forma reglamentaria. Había jueces en el circuito que no hicieron nada por atajar esto, una pena. A mí me da igual el puesto, pero me gusta que todo el mundo compita en igualdad de condiciones.
Mediada la segunda vuelta notaba que las piernas no iban igual de frescas, aunque seguían respondiendo bien. Mido mucho el esfuerzo que voy haciendo para intentar afrontar la carrera a pie con garantías de supervivencia y creo que lo voy consiguiendo. La entrada a Vitoria es muy emocionante. La gente en la calle, los conductores desde coches y motos… todo el mundo animando como si fuera en cabeza de carrera. Yo voy ya pensando en bajarme de la bici y ver a la familia para que vean que voy bien. Finalmente llego a la T2 y un voluntario me recoge la bici. 2h52’ para los casi 95km, a una media de 33km/h, un resultado por encima de mis expectativas, ya que salgo en bici 1 vez por semana y sólo he hecho una salida de más de 100 km en los últimos años.
Entro en el pasillo de boxes y otro voluntario me mira el dorsal, me indica dónde está mi bolsa y me pone una silla para ponerme las zapatillas de correr. No hay palabras para describir la labor desinteresada de estos voluntarios, que dispensaron un trato exquisito a todos y cada uno de los triatletas.
Vuelvo a hacer una transición lenta, ya que me olvido de quitarme el maillot y me tengo que dar la vuelta. Al salir del pasillo y entrar en el circuito paso junto a Susana, las niñas y el resto de la familia. Paro un momento a dar algunos besos y me lanzo a correr con el subidón.
Voy bien de piernas, aunque intento no cebarme. Al paso por el parque de la Florida están mis padres, que habían hecho coincidir unas vacaciones por la zona con la fecha del triatlón. El recorrido, a 2 vueltas, es espectacular, principalmente por parques, zonas peatonales con sombra y todo muy al alcance de los ciudadanos, que se volcaron con los deportistas y nos pusieron los pelos de punta en más de una ocasión.
Paro para hacer un pis antes del km 5 y continúo. Voy rondando los 4’35”/km y sobre el km 8 empiezo a ver que no voy a poder mantener ese ritmo. Me acerco al final de la primera vuelta y las piernas empiezan a pesarme. El reencuentro con la familia y sus ánimos me recargan las pilas, pero la segunda vuelta promete ser dura. Bajo el ritmo, paro en los avituallamientos a beber y refrescarme (al final hizo bastante calor) y me preparo mentalmente para sufrir. No sé qué hubiera pasado en otro sitio, pero en Vitoria la gente hizo que ese sufrimiento fuera bastante más llevadero hasta el punto de ir convirtiéndolo en disfrute conforme se iba acercando la meta. La llegada en la plaza de España es apoteósica; se atraviesa la plaza para hacer unos 500 fuera de ella y se vuelve para serpentear entre las vallas atestadas de gente y cruzar el arco. Ese es el momento en el que todo el mundo es ganador y se experimenta esa sensación difícil de explicar que hace que, a pesar de los dolores, la uña perdida, las rozaduras, los madrugones, las salidas a correr a horas intempestivas, el encaje de bolillos para cuadrar familia, trabajo, deporte y otras cosas, etc, al rato ya estemos pensando en cuándo será el siguiente.
Entiendo a la organización, pero fue una pena que no permitieran entrar con los niños en meta, la verdad es que me hacía mucha ilusión. Al final, 1h45’ en la Media Maratón para un tiempo total de 5h17’. Muy contento con mi rendimiento (para el escaso entrenamiento), con las sensaciones, especialmente en la bici, y con el ambiente en general.
Tras la llegada de Pepe, también rindiendo de forma excepcional, llega el esperado momento del reencuentro con los sufridores
Aunque la experiencia fue muy buena, echamos de menos a nuestros amigos de CGM. Espero que en el futuro podamos hacer algo así todos juntos.
De momento, disfrutemos de lo conseguido y de unos merecidos días de vacaciones. Va por vosotras!
Mención especial merecen los titanes que completaron la distancia IRON. Mi hermano Jose Reina, Javi Baños, Alberto y Gerardo nos tuvieron en vilo hasta que consiguieron cruzar la meta tras mucho sufrimiento. Fue un día increíble que no se olvidará fácilmente. Una pena la lesión de Luis Alcalde, que le impidió terminar.